viernes, 11 de noviembre de 2016

El acantilado

Los acantilados tienen la magia de lo eternamente efímero. Mientras destilan su vieja gloria, resisten agua y viento hasta que, algún día, colapsan. Entonces perderán algo, mostrarán un nuevo rostro y comenzarán de nuevo.
Esa vieja magia se multiplica si se suma alguna ruina. Uno imagina la majestuosidad de la construcción, allí en lo alto, aunque en realidad muchas veces no se sabe con certeza cuál fue el aspecto original de las, ahora, ruinas.

La técnica empleada en esta ilustración fue mixta, aunque completamente digital. Sobre un garabato original hubo procesamiento de imagen, superposición y mezcla, búsqueda de imágenes intermedias (la imaginación es poderosa), recorte y pintado final.

Al verla imagino esos restos donde, casi al pasar y sin decir prácticamente nada, la obra del hombre sólo se nota en los detalles, en formas algo más geométricas que lo natural, alguna diagonal que pudo ser una rampa o una escalera para un largo y leve descenso.

Una vez terminada caí en cuenta de que podría haberla hecho apaisada en vez de vertical.
Pero esa ya sería otra historia.